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El Furgonauta

ANTROPOLOGÍA DE MERCADILLO

ANTROPOLOGÍA DE MERCADILLO

El niño de las películas habla y juega con su amigo imaginario. Y le puso nombre.

Su mami le sigue la fantasía y hasta le pregunta por él. Cómo está Tommy, le dice. Ahora se ha cansado y no quiere ayudarme a hacer los deberes. Luego pintaremos un poco con las acuarelas. Oh, muy bien, cariño, dice la mami. 

Los hombres, o muchos de ellos, también necesitan inventarse. Nadie tuvo nunca alma, que se sepa, pero la mayoría aseguran tener una. En cada cual es distinta, pero todos acordaron llamarla igual. Es el yo imaginario e ideal que uno quisiera: Uno quiere ser espíritu y lo inventa, mas nadie sabe explicarlo. Es algo que se nos escapa, indefinible, se suele decir.

Las cosas reales que existen y conocemos, de una u otra manera las podemos definir. Todas. Y también las de ficción son explicables.

En el asunto del alma-espíritu se da una curiosa paradoja: Es un concepto ficticio, pero hay quien se arriesga a definirlo. Simplemente llamamos alma a otras cosas.

Unos dicen que es eso no tangible de nosotros, lo no corpóreo. (¿Se estarán refiriendo al pensamiento acaso.?)

Otras versiones aseguran que son las acciones, o más bien los efectos que nuestras acciones, nuestra palabra, nuestras conductas, etc, dejan como cookies en el ordenador global del universo, la huella de nuestro paso sobre la vida.

Hay quien lo siente como la proyección del ser interior al cosmos, como el caldo valioso que se halla contenido en el receptáculo de un cuerpo perecedero, como una esencia trascendente sin fecha de caducidad.

Habrá quien lea esto y tenga su propia versión del alma, su particular imagen de un Tommy diseñado a su medida. Habrá quien sienta que la piel y el hueso son demasiada prosa y necesite construir sobre tan mísero edificio una cúpula de poesía. Y todo lo entiendo. Yo daría el pie derecho por una frase conmovedora y cualquiera de mis omoplatos por una metáfora sin límite ni rienda, pero hoy de lo que hablo es de la realidad, la conocida, la que cuando asegura algo, debe aportar pruebas. No sé qué es la fe, francamente, no tengo ni la más remota idea. (Bueno, estoy mintiendo: fe es creer algo indemostrable.)

Lo que sí sé qué es, es aquello a lo que por convenio llamamos espíritu o alma.

No tengo de eso, pero entonces ¿por qué soy tan bueno, o sensible, o solidario, o poético, o emocional, como cualquiera de los que dicen tener.? Sencillamente porque ellos llaman alma a un batido formado por la imaginación, las emociones, los deseos, la sensibilidad, el fuero interno en definitiva, etc, que viene envasado en el gran tonel del pensamiento.

De nada sirve, como sabemos todos, tener un alma como tanta y tanta gente tiene, metida en un cuerpo vil, en una emoción sucia, en un ideario ruin...

Muchos espíritus conozco que sólo son la  pretendida ampliación etérea de un cuerpo y una mente inhóspitos y prescindibles.

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5 comentarios

Sakkarah -

Jejeje, "Che, documentación, los papeles del camión"

Soy una "sin papeles", socio...

Más besos.

Furgo -

Unos indeseables sin alma, eso es lo que somos. Y no nos saldrá gratis, compañero. Vagaremos eternamente de un limbo a otro sin encontrar plaza y habremos de pagar como ectoplasmas errabundos hasta el fin de los tiempos. Vamos, que más que un cielo azul paradisiaco, lo que nos espera es una infinita zona azul ultratumbera.
Un saludazo, Dino.
(Encima soy tan maleducado que ni le he dado antes un besillo a la socia.)

Furgo -

Socia, estoy seguro de que tú tienes alma por arrobas, pero tendrás que aportar pruebas, testigos, documentación, algún video, sicofonía, etc, je je.

Dinosaurio -

Pero, Furgo, ¡en qué berengenales te metes!
(Síguete metiendo en ellos y no me hagas caso).
¡Si todo el mundo sabe que los hipersensibles (que decíamos antes) no tenemos alma, hombre!
Un sentido y fuerte abrazo ... aunque sea sin alma.

Sakkarah -

En realidad esto da para pensar mucho...

Yo no pienso que el alma tenga que ver con algo religioso. Son buenas tus definiciones, ¡cuál podría ser la vñalida? No sé pero la sensibilidad si forma parte de ella, y...es nuestra huella.

Un besillo, y no me digas que soy una desalmada.