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El Furgonauta

CISNE

CISNE

Entre el sol y la palmera van tejiendo sobre mi cara un canasto de sombra y luz, quiero pensar. No es mal sitio un trozo de parque con su estanque de aguas otoñadas para embobarse de pensamientos no remunerados. Uno está más cerca de la cosa suya cuanto más se aleja de la cosa práctica. Uno tiene como si dijéramos el alma más a huevo cuando sabe que lo que hace o lo que no hace no conduce a ninguna parte ni se puede cambiar luego por una nevera sin escarcha o un polo de cocodrilo.

Qué sabia es la naturaleza, pienso en la tercera caña, mientras miro como lo nunca visto a esos bichos que se lo hacen por la charca. Y por qué va a ser sabia, me contradigo de pronto. Mal diseñador tuvieron, caso de tenerlo. Y me mira el cisne, uno de ellos, como adivinándome los sesos, con ojos de reto.

Pues sí, cisne, sí, buena prueba eres tú de ello, embarcación orgánica de propulsión a pataleta. Quién en su sano juicio pondría el mástil en la proa, dime, anda, dime. Y se va. Se va bogando con sus remos subacuáticos, palicortos y suficientes, a continuarse el nado en una singladura de rodeos y cercanía. Allá van él y la parentela simulando raíles o curvas por entre las hojas que tapan el agua, a rajar de las ocas, que según ellos son como si fueran ellos pero sin acabar -errores de diseño o desidia de diseñador- y por eso andan siempre en suspicacias y cabreo.

Y los patos, que según las ocas son como las ocas pero mal terminados, disputan las migas que tira el abuelo a un hervor de carpas que muestran los lomos sobre el chapoteo y por un momento se creen de Amazonas. Valientes pirañas son estas, atacando el pan con bocas de goma como si se diera en ellas una gran proeza.

Cisnes, ocas, patos, carpas y ranas. Tropezones inquietos en una gran sopa, hechos de desproporciones, de límites, de remiendos. Biología de los azares. Cosas pluricelulares capaces de mirarse y ser miradas.

El sol va bajando por detrás del monte. Parece una moneda hundiéndose en un cerdito de barro. La pantalla de mi cara pierde varios puntos de color, agrisa por momentos, y pienso que si no me voy ahora, quizás concluya en blanco y negro.

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5 comentarios

Furgo -

Es que, amigo, a nuestros congéneres humano-humanoides ya los vemos continuamente queramos o no. Consolémonos pues pensando, joer, has visto tú que raros llegan a ser los patos.?

Un abrazo, Dino.

Dinosaurio -

Está bien eso de perderse de vez en cuando en reflexiones cisneriles y afines. Espero que te hayas desintoxicado de realidad humanoide lo suficiente.
Un abrazo fuerte.

Furgo -

Pues sí, Mela, observar a los congéneres es el camino más directo a la sublimación del absurdo. Aunque a veces eso resulta hasta divertido.

O sea, Sak, que yo creo que la naturaleza es sabia, pero con lagunas, con lagunas, ya que somos también parte de ella.
(Ah, y los cisnes seguro que nos ven como a unos seres con fallos garrafales de diseño. La belleza siempre está en los ojos del que mira.)

Uno besillos, madmuaseles.

Sakkarah -

No me extraña que te quedaras ensimismado en el lago.

Ver tanta belleza en armonía, necesariamente, te lleva a ti hacia dentro.

Y sí, la naturaleza es sabia y perfecta. Hay mucha belleza en ella. Y prueba de ello es el socio tan bello que tengo yo.¡Más quisieran los cisnes!

Un beso.

Mela -

Y eso que sólo mirabas cisnes, ocas, patos y cosas así. Mirar a los hombres, a ratos, es mucho peor para la lógica...

Beso.