AGFA FAMILY
Ni echo de menos ni echo de más, pero me ha visitado el otro tiempo. A veces pasa.
Cuando todo lujo de refresco se reducía en la nevera a una gaseosa de marca fenecida e irrecordable, y un inmortal yogur de vidrio sin fechar hacía compañía a cuatro o cinco huevos y un poco de margarina, los colores estaban lejos del videoclip.
Cuando la lana de los abrigos era mate, las camisetas hacían bolas y los zapatos se llevaban al remiendo hasta que al niño se le empezaban a doblar los dedos, el sol quemaba en sepia.
Cuando en el bar mirábamos de reojo a aquel tío del 124 Sport tomarse un Johnnie Walker detrás de sus Ray-Ban, los que tirábamos de Cinzano y quinto queríamos cambiar el trabajo por uno menos gris y menos ocre.
Cuando el tergal y el vaquero marcaban una zanja entre generaciones a las que en realidad sólo separaban un par de años en la edad, pero un siglo de cultura, los libros de la biblioteca amenizaban su blanco y negro con ilustraciones de acuarela floja y carboncillo.
Cuando el tinte y las permanentes no osaban acercarse al azul, al verde, al rojo o al violeta más que en calles estrechas de Barcelona, una marea morena con leves notas a lo Monroe oleaba en las fiestas mayores.
Y cuando se fumaba rubio sólo los domingos comprado suelto en los futbolines, el suelo era pardo en todas partes. Era un mundo el mundo entero, arrítimico y mudo, en súper ocho.
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2 comentarios
Furgo -
Tardaré en recuperarme, je je.
Ahí van mis cinco, compañero.
Dinosaurio -
Choca esos cinco.