RESTOS
El que fuera buen niño, buen muchacho y buen hombre, colocó las apuestas de su vida en la ruleta equivocada. Ahora se siente como si el universo tuviera una deuda con él. Y es mal pagador. Lo sabe ya.
No sirve de nada esconderse de los problemas, ni importa demasiado donde lo hagas. Porque ellos siempre te encuentran. Rastrean mejor por la noche que tú por el día, y desde la mañana son capaces de sostenerle la mirada al sol hasta el ocaso sin que sus párpados hayan de barrer una sola lágrima.
Cuántos mordiscos llevabas ya cuando intentaste levantarte de aquella letrina, dime. Hay que aprender más rápido, pobre desgraciado, que antes de que tu muñeca gire para mostrarte el reloj, ya se ha hecho tarde.
Recordabas aquello del mensaje en la botella y una vez más lo hiciste del revés. Te introdujiste dentro de ella preguntando por algún Aladino como ese que vivía en las tripas de una lámpara.
Y no estaba el genio. Y la botella se hizo grande, más y más grande, hasta que creíste que era cómoda y que el genio eras tú.
Ya no querías salir de su cuerpo verde. El sol resultaba menos agresivo. Los problemas, la realidad, esos depredadores que se te habían llevado la mitad de la carne, no podían introducirse en tu cálida guarida. 40 grados de alternativa al mundo. Ahí no se reciben visitas. Nadie puede ver cómo tus ojos se van adentrando poco a poco en la calavera. Nadie está contemplando cómo tiemblan tus manos sin descanso. Nadie presencia tus ardores de estómago ni tus dolores de cabeza. Nadie te tira de la lengua, una lengua agria, pegajosa y moribunda. Nadie profana la pecera enferma que preserva tu autismo circular.
Tú, que fueras buen niño, buen muchacho y buen hombre, ahora eres sólo un flaco pez etílico, una vetusta embarcación dentro de la botella, la carcasa de un naufragio que nadie querrá poner sobre su televisor.
Desde la eterna borrachera, el universo sigue sin pagar su deuda, pero se presenta como si no pudiese volver a morderte, como si no estuviera al mismo lado que tú, separado por un vidrio verde y mentiroso.
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11 comentarios
Furgo -
Afortunadamente no tengo problemas de adicción con el alcohol, ni dependo de la botella.
Escribí este artículo porque conozco algunas personas en mi entorno social y laboral que sí beben constantemente, y es algo que me apena mucho.
Un beso.
Estrella -
Autolesionarse (y créeme sé mucho de eso) a veces es necesario para hacer físico ese dolor que ¡no sabemos de dónde nos viene!.
La botella es parte de ti. Un abrigo (por decirlo de alguna manera) que te has puesto para no sentir el frío. Cuando te des cuenta de que no hace frío e incluso .. de que ¡¡la temperatura ambiente no es tan gélida como creías!! te lo quitarás fácilmente. ¡¡Estoy segura!!, apuesta por tí no importa que sea con botella a veces necesitamos muletas poco a poco ¡¡no pasa nada!! lo importante es saber hacia dónde nos dirigimos e ir avanzando cualquier cambio al principio ¡no se nota! pero de pronto ¡¡te emociona el progreso!! y sigues avanzando
¡¡Ya verás como sí!!
Mil besos .. y mucho ánimo
Furgo -
Lo jodido es cuando incorpora uno el alcohol a la rutina, y se lía a beber cualquier martes sin otro motivo que mirarse los pies.
Un besillo.
Mela -
Me cabrea el "botellón" institucionalizado. Acabaremos teniendo un ejército de peces flacos etílicos, que no sabrán nadar en las aguas que toquen.
Beso.
Dinosaurio -
Un abrazo.
Furgo -
No, no va conmigo la cosa. De momento no necesito perder de vista la realidad que no me gusta por esos derroteros. Me ausento de ella por otras vías, como se puede ver.
Un besillo.
Sakkarah -
Quizá lo que hay que hacer es no callar tanto, no querer ocultar tanto el dolor, porque dentro se hace mucho más inmenso.
Espero que no tenga que ver contigo, porque a mi me gusta verte ´feliz.
Un beso.
Furgo -
Un abrazote.
Dinosaurio -
En fin, chavalote, un día romperemos la botella. ¿Habrá vida fuera? Parece que no, pero quizás sí.
Un abrazo fuerte.
Furgo -
Oye: ¿No lo dirás por mí, canalla, je je.?
casiquesi -